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¿Por qué surge el etiquetado frontal? En un año donde sólo se habla de Pandemia y Covid-19, atrás queda la epidemia de sobrepeso y obesidad que atraviesan Uruguay y el mundo. Quedan un poco olvidadas las ENT (enfermedades no trasmisibles) como el cáncer, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares que nos matan de forma mucho más silenciosa que un virus, y están directa o indirectamente relacionadas con la alimentación.

El decreto del Rotulado Frontal de Alimentos, conocidos como “octógonos negros”, se firmó en agosto de 2018, luego de largas negociaciones y comenzó a regir a principios de este año. Uruguay se convierte en el tercer país de Latinoamérica en implementar el etiquetado, luego de Chile y Perú.

Según un reciente estudio de UNICEF, en Uruguay 4 de cada 10 niños presentan sobrepeso u obesidad. Además, se demostró que los niños en edad escolar comen en promedio 100 g de azúcar por día. Para visualizarlo mejor,  son aproximadamente 5 cucharadas al ras de azúcar por día. ¿Por qué es relevante esto? Porque en la infancia es donde se produce el gusto por la comida. Los niños están creciendo en una cultura de comida procesada y ultra procesada que no sólo es rica sino también adictiva.

Esto se transforma en enfermedades como la hipertensión y la diabetes, que eran enfermedades de “viejos” y cada vez más vemos en los niños. Si hablamos de adultos, las cifras son aún más elevadas y más alarmantes, ya que un 65% de los adultos sufre de sobrepeso u obesidad, y en consecuencia un montón de otras patologías asociadas.

¿Qué son y para qué sirven estos octógonos? El objetivo principal es informar y con esto proteger la salud de la población. Si bien todos los alimentos procesados vienen con una etiqueta de información nutricional, muchas veces resulta confusa su interpretación. Esta etiqueta nos habla de porciones, pero por ejemplo: un paquete de galletitas. ¿Cuántas galletitas es una porción? A veces cuesta calcular cuando nos hablan en gramos, pero más aún cuesta moderar la cantidad que comemos.

La idea es alertar e  informar de manera rápida y clara, para que tomemos una decisión consiente.  Muchas veces sucede que tenemos en nuestra mente la idea de que determinados productos son saludables o buenos para nosotros, ya sea por percepción o porque el propio empaque así lo comunica. Por ejemplo un producto que es light o bajo en x nutriente. Encontramos 4 categorías de estas etiquetas: exceso de azúcar, exceso de grasa, exceso de grasas saturadas y exceso de sodio. Cada una tiene un criterio técnico establecido para determinar cuándo es “exceso de” y refiere a la cantidad que hay de ese nutriente en 100 g o 100 ml de producto. En el caso del azúcar hablamos de exceso cuando supera el 10% del valor calórico total. En el caso de las grasas un 30% y en las grasas saturadas un 10%.

El etiquetado frontal lo que ofrece es una interpretación rápida y más clara sobre el producto. Básicamente cuanto más natural, menos procesado, mejor y menos octógonos tendrá su paquete. No se trata tampoco de demonizar determinados alimentos que porque tienen 2 o 3 octógonos está prohibido comprarlos.

Ahora con el etiquetado nos encontramos que esa galletita de salvado que creíamos súper sana, no lo es tanto. Creo que ahí está el valor de esta normativa. Nadie se va a sorprender por ver los octógonos en el helado, chocolate o galletitas dulces rellenas, pero sí quizás va a pensar dos veces antes de comprarlas.

Desde luego que hay quienes están en contra de esta resolución ya que alegan que atenta contra su marca, o que los octógonos son demasiado grandes respecto del empaque (como puede pasar con una barra de cereal o de chocolate pequeña). Es entendible, pero también podría motivar a la industria a reformular sus productos hacia perfiles nutricionales más saludables.

No es novedad que un cambio en el consumo de alimentos y en la ingesta de determinados nutrientes puede tener un impacto súper positivo en la salud ⬛

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